El pozo de los vencejos

Cada vez que empiezo algo -ya sea un nuevo proyecto o la cena- en el fondo espero descubrir ahora sí quién soy y qué hago parada en este planeta. Sin embargo, al final me doy cuenta de que sigo tan perdida como siempre. O más.
Tal vez el no obtener una respuesta definitiva es lo que me impulsa a seguir escribiendo, grabando y, muy ocasionalmente, cocinando. Errar con un desfase de una milésima de segundo por el espacio externo e interno. Siempre con esta sensación de no poder capturar esa frase o palabra que ronda por la punta de mi lengua y que promete -justo como me sucede ahora mientras escribo esto- conferir por fin un sentido a lo que hago. ¿Quién soy? No lo sé, siempre me quedo a dos centímetros de la solución a la cuestión última. Intentando dilucidar qué rumbo tomará este nuevo año, consulto el I Ching.
Me toca El Pozo.
Viaje al interior, intentar nombrar lo que habita en el inconsciente. Me da claustrofobia y prefiero volver a la superficie. Así que para esta primera publicación del 2018, decido tomar el consejo del oráculo de la forma más literal posible y compartirles el sonido del interior de un pozo en Bacalar. Pero no es cualquier pozo, es un pozo en Villas Ecotucán en el que todas las tardes, una parvada entera de vencejos cae en picada para pasar ahí la noche (les recomiendo ponerse los audífonos). La grabación es del 15 de octubre a las seis de la tarde: