Makura no Soshi o desempolvar grillos en primavera

Hace unos años, hice un paisaje sonoro inspirado en este pasaje del Makura no Soshi o El libro de la almohada de Sei Shônagon:
Hace unos años, hice un paisaje sonoro inspirado en este pasaje del Makura no Soshi o El libro de la almohada de Sei Shônagon:
Han sido semanas de incertidumbre; de andar en círculos mientras intento reorganizar en mi cabeza esta ciudad que amenaza con desbordarse. Días de tormenta, granizo y relámpagos azul turquesa. Catástrofe de las aves y de los coches, quizás es momento de sacar los remos.
Cada vez que comienzo a leer algo, no sé dónde voy a terminar. Por ejemplo, la entrevista de Anne Carson en el Paris Review me llevó hasta el siglo XIV. Ahí, entre poesía y los juicios del Santo Oficio, me topé con Marguerite Porete.
Con el pretexto de que La sonidista errante cumple dos años en línea, me escapé a la Rosario Castellanos para comprar Sendas de Oku de Matsuo Bashō. Lo estoy leyendo a cuenta gotas porque no quiero que se acabe:
Siempre que entro a una librería de viejo, me siento como una arqueóloga que excava donde ya han excavado todos pero que -aún así- espera encontrar los papiros perdidos de la biblioteca de Alejandría. La mayoría de las veces, salgo nada más con una buena oferta y ya. Sin embargo, hay veces que los astros me son favorables y me topo con un verdadero hallazgo. Es así como escarbando en un stand de libros usados en la Feria del libro Infantil y Juvenil de Xalapa, descubrí El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen de Verónica Martínez Lira y Alejandra Reta Lira.
Leyendo Los Viajes por la tierra de Kublai Khan de Marco Polo, me topé con un pasaje que me dejó asombrada. Tanto, que vale la pena transcribirlo tal cual:
De vez en cuando a esta sonidista errante le entra la nostalgia del hielo. Sí, es una nostalgia anticipada que surge cada vez que recuerdo que en el Polo Sur hay un continente blanco en el que el tiempo pasa en cámara lenta.
Hace dos meses terminé de leer Me llamo Rojo de Orhan Pamuk y sigo sin terminarlo. Me ha hecho reconectar con mi etapa en San Carlos, cuando pasaba la mitad del día matando, resucitando y volviendo a asesinar a la pintura. Análisis visual, teoría de la imagen y como botana para cambiar de tema, la escultura en el campo expandido. Esta novela de Pamuk es todo un tratado sobre la representación pictórica en el Islam y de como la abstracción (perspectiva oriental) y el realismo (perspectiva occidental) se encuentran constantemente en un punto de quiebre.
Aprendizaje o El libro de los placeres de Clarice Lispector es uno de esos libros que es necesario leer con calma para captar todos sus matices. Hoy me quedo dándole vueltas a ese mercado en Río de Janeiro en el que,
De todos los personajes del Ramayana, Hanuman es mi favorito. Rey simio alucinante. Santo patrono de los árboles y de los signos. Es tan rápido como el viento divino y ni Suvarnamacha, princesa de las sirenas, puede resistírsele. En estos días de calor y polvo gris, mientras viajo en medio de la multitud del metro, me transporto a la India. Influye también que estoy releyendo El mono gramático de Octavio Paz y andamos recorriendo el camino de Galta: