Se compran colchones… #pregones

Si hay algo que caracteriza al paisaje sonoro de la Ciudad de México, son sus pregones. Cada oficio tiene su propia señal auditiva. Es interesante observar cómo pregones que han durado décadas casi sin ninguna alteración, ahora se están convirtiendo en algo más. Porque los sonidos que produce una cultura, una sociedad determinada, son como organismos que luchan por no extinguirse.
Lo que no evoluciona, se extingue. Los ropavejeros están siendo reemplazados por camionetas con altavoces por lo que se reproducen voces grabadas. Y esta nueva posibilidad de hacerse oír por diferentes partes de la ciudad está generando un gran impacto en nuestro imaginario sonoro: La más notoria de estas grabaciones es la de una niña gritando que se compran cosas usadas. Se ha vuelto tan conocida que incluso Cristina Pacheco la ha entrevistado en su programa. Lo mismo sucede con la grabación del vendedor de tamales oaxaqueños. Es tan famosa que incluso se ha adaptado para los teléfonos celulares y publicidad. Es interesante ver cómo los medios masivos retoman estos sonidos para generar contenidos.
Sin embargo, creo que es en los mercados sobre ruedas donde es más evidente esta tensión entre sonidos tradicionales y nuevos. Los mercados se han vuelto el refugio de la música popular. No aquella que escuchamos en una sala de conciertos sino la que pertenece a la esfera de lo cotidiano: Músicos callejeros que recorren los puestos tocando piezas de su región. Entre gritos de vendedores, el tambor, el violín huasteco, la marimba, la trompeta forcejean con las canciones de moda, de ocasión, que viene ofreciendo a todo volúmen el puesto pirata más cercano.
Ropavejero
Afilador
Gas